Al sur de México, los volcanes eslallaban al lado de la carretera, mientras los micos y los loros retozaban en las copas de los árboles. La mágica línea roja no se detenía en el Canal de Panamá sino que continuaba hacia America del Sur, donde una cabeza humana reducida colgaba de una lanza emplumada al lado de la carretera Panamericana en el Ecuador. Arriba, en los Andes Peruanos, un indio descalzo arreaba por la carretera su rebaño de exóticas llamas cuellilargas y después, un gaucho iba galopando, arrojando sus boleadoras a un ñandú en la Argentina. La línea roja seguía bajando hacia el sur hasta llegar a! final para encontrarse repentinamente cara a cara con un pingüino o en el extremo meridional de Suramérica.
A ninguno le mostré el folleto, sino que lo conservé para mí solamente. Cuando nadie observaba, ¡o sacaba de debajo de la cama, y planeaba, y volvía a planear una y otra vez, mi vida de aventurero por toda la carretera más larga del mundo — desde los mas septentrionales yermos de Alaska al extremo meridional de América del Sur."