La bendición de Popo

De todo el viaje en la carretera panamericana, los paises que tuvu que atrabesar Danny Liska fueron muchos. Pero en su viaje, no sólo iba rumbo al sur pasando por las ciudades donde la carretera le llevaba, en cada sitio, en cada zona, Danny iba a conocer todo aquello de lo que le hablaban a lo largo del camino para verlo con sus propios ojos, por eso, era que, los días que tenía previstos para atravesar cada pais, se demoraba en semanas e incluso meses.

En México, antes de continuar el viaje, Danny Liska se propuso un reto. De este reto, dependia el resto del viaje:


LA BENDICIÓN DE POPO
Los hombres que aman la aventura siempre han mantenido una fascinación por las altas montañas. Cualquier mexicano le dirá que mucho antes de llegada de los españoles existió Popocatépeti, un orgulloso guerrero azteca quien estaba enamorado de la princesa lxtaccíhuatl, cuyo padre, la ofreció en matrimonio al hombre que diera la victoria a su tribu sobre la tribu enemiga.
Ansioso de ganarse a Ixta, Popo condujo a los guerreros en una larga y sangrienta batalla venciendo al enemigo.
Al volver por la novia, Popo quedó anonadado cuando se enteró de que la falsa noticia de su muerte lo habia precedido, y que Ixta, después de varias semanas de desesperación, había muerto de pena el día antes de su llegada.
Tomando a la silenciosa lxta en sus brazos, Popo la llevó por las llanuras; después elijgó un trono y la colocó en él. Cerca de allí construyó una pirámide donde según dicen, hasta el día de hoy Popo permanece sentado en eterna vigilancia al lado de la mujer amada.

Cuando yo tenía 19 años fui al Valle del del Sol, y ví a Popo erguido a 17.893 pies (5.492 m. de altura sobre el colorido valle. Su corona estaba cubierta de nieves eternas; y al otro del paso que los separaba, yacía su princesa dormida.

Habían pasado diez años desde entonces; ya estábamos en 1960, pero el desafío todavía estaba en pié. En cierto modo, pensaba que mi intento anterior de escalar el Popo no había sido válido, que realmente no lo había tomado en serio en ese primer encuentro. Con mis logros del pasado año, me sentía fortalecido.
Ya había viajado hasta los confines del norte de Alaska; y ahora yo quería ir con mi motocicleta al extremo meridional de Surarnénica. La idea me atraía, pero los hechos reales me hacían vacilar. La carretera Panamericana estaba incompleta: sólamente en Costa Rica existían treinta y nueve rios. sin puente, y había oido hablar del formidable trecho del Tapón del Darién cuyas selvas impretrables bloqueaban la totalidad del itsmo al sur de la Ciudad de Panamá. Más allá no había sino borrosos senderos por los Andes, y por 3.000 millas el camino cruzaba el desierto más seco del mundo. Yo habfa oído hablar del viento pampero que soplaba a cien millas por hora, día y noche a través de la desolada pampa de Patagonia que atravesaría para llegar a la tierra del fuego.

Nadie había viajado completamente, por tierra de Alaska a la Argentina, y tal empresa requería fuerza moral a la par que física. No estaba seguro que tenía de las dos en cantidad suficiente.
Ahora mirando a Popo, observé que habia crecido, y vi en él la personificación de la fuerza, lo más poderoso que jamás había visto. ¿No podía Popo también compartir esa fuerza? Había llegado ya a un punto en mi vida en que necesitaba fuerza como la de él.
Me perecía perfectamente razonable que si me despojaba de toda arrogancia, y me acercaba con mi petición, Popo me daría la fuerza que necesitaba. ¡Sí!, iría donde Popo y le pediría el poder, y él respondería!. Otra vez escalaría el Popo. Si lograba llegar hasta la cima, sabría que él me había dado su consentimiento y fuerza para realizar el viaje. Si Popo me los negaba, lo comprendería al fallar en el ascenso. Si fracasaba regresaría a Nebraska.

Por menos de un minuto pude ver, con respiración contenida, la enormida del abismo …
Era muy raro ver todo el crater con tanta claridad en esta época del año, me dijo un hombre de la espedición. Creo que Popo, le ha hecho una gentileza especial.

Recordé, cómo diez años antes, cuando me encontraba en mis mejores condiciones físicas, había intentado escalar el Popo, pero sin lograrlo; Ahora, me dí cuenta que é no habia reconocido mis titulos de atletismo, ni le impresionaron los guantes de oro ganados con el boxeo en el ring. Aun yo era entonces mas joven, no dejó que mis ojos comtemplaran su caldera ni respirase de su incienso. Pero ahora popocatépetl se había decidido a concederme mi deseo.
!Se me había dado la señal!
... Danny Liska